De nuevo creía morirme de vergüenza, aunque en esta ocasión, y quizás por la confianza que me había trasmitido en la cocina, si pude contestarle:
-Se lo digo porque usted me gusta mucho y me he enamorado de usted... ahora lo recuerdo y me parto de la risa, ¿cómo pudo salir esa frase de mi boca?
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